miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿Ser o no ser?

El otro día JP me dijo: La neta eres bien intensa, ya sé porqué los hombres que te he conocido han salido por patas y la verdad a cualquiera le da miedo estar con una persona intensa, sobre todo cuando uno no es así, bájale 2 rayitas a tu intensidad.

Le contesté que lo pensaría y que vería la forma de modificar mi conducta... A lo que nos lleva al siguiente problema, qué chingaos significa "ser intenso"?

Recordé que en un blog de mi confianza, el autor dilucidaba sobre el mismo problema, es decir: "me dicen que soy intenso y la neta ni sé qué es eso", después de varias reflexiones y búsquedas hasta en diccionario, llegó a la conclusión que ser intenso es algo así como: pensar lo que vive, interiorizarlo y hasta después de ese proceso, realmente lograr vivir sus experiencias y termina diciendo "...Las personas que viven sin la voz de un comentarista en la mente, narrando y opinando sobre su vida me da mucha envidia. Mi vida tiene voz en off. ¡Qué intenso!"

Toda la semana he traído dando vueltas en la cabeza eso de la "intensidad" en mi vida. Tomando café con la Niña Sueña, me sinceré y e conté lo que en su momento JP me había dicho y sólo pude agregar: es horrible esto de saber que uno es intenso y no saber qué fregados es, ha de ser como cuando el médico te informa que eres portador de una rara enfermedad que la mera verdad no sabes como llegó a ti y mucho menos qué diablos es o lo que puede ocasionarte... y ella me dijo: amiga no te preocupes, yo tampoco sé cómo demonios definir lo "intenso", lo que si sé es que JP es intensito, jejeje... pensé (sí, hice mi mejor esfuerzo) cómo era posible que no supiera definir lo que es ser intenso pero puedes catalogar a una persona como tal, ¡ja!

Y sucedió que un día autisteando en la oficina de mi jefa, mientras nos quejábamos de nuestra mínima (ok, ok, ok, más bien nula) vida amorosa, me dijo: si, sé que soy intensa... y ni tarde ni perezosa se me ocurrió preguntarle: C, me dijeron que soy intensa y que le baje 2 rayitas a mi desmadre, pero cómo puedo dejar de ser algo que no entiendo, ¿podrías iluminarme diciéndome qué fregaos es eso?, y ella me dio la más clara explicación:
- Mira, ser intenso es sentir lo que vives.
- Y cuando alguien te pide que dejes de "intensear" es como pedirte que dejes de respirar y no te pongas morado.

Esa noche recordé que mi papá me pidió alguna vez: Por más que te lastimen, por favor no elijas dejar de sentir, porque posiblemente no te duela tanto aquello que te lastima, pero no sentirás con la misma intensidad aquello que te hace feliz.

Así pues, después de tanto darle vueltas a este asunto, llegué a las siguientes conclusiones: (i) TOOODA persona que tenga sangre en las venas es o ha sido intensa, (ii) no juzgo, pero me pregunto si existe vida sin intensidad, digo aquel que le dé lo mismo estar o no estar, aquel que logra tal estoicismo que no permite que nada malo o bueno afecte su camino, ¿no es de alguna forma desperdiciar la oportunidad que tienen (tenemos) de vivir? (iii) elijo ser intensa por convicción, quiero sentir lo que vivo, (iv) quiero sentir lo bueno y lo malo que pase en mi vida sin miedo, (v) no me importa que aquellos hombres "no intensos" con los que me he cruzado se alejen, por el contrario, agradezco que lo hagan, ya que no me veo al lado de un hombre que no sienta lo que viva, que no se le ponga la piel chinita cuando yo roce su piel, no quiero un ser apático junto a mí, que no sufra ni goce como yo, y por último (vi) trataré de gozar más esto de la intensidad, que de por si ya es bastante intenso, ¡ja!

lunes, 22 de septiembre de 2008

Caperucita y la maldición del lobo feroz

De madrugada mientras conbebía en el bar de siempre, recibí un mensaje al celular del hombre con quien llevo alrededor de 3 meses conociendo y 2 semanas sin ver hasta ese día, su mensaje era simple: “Sabes una cosa niña, me ganas, ojala te vea mañana. Un Beso.”, mi reacción no fue tan simple; por un lado sentí ese piquete de triunfo personal que se siente cuando sabes que has vencido una batalla por más pequeña que sea contra el oponente grande y fuerte, y has vencido no por tu incalculable fuerza y superioridad, sino por saberlo manejar. Por otro lado me ilusionó saber que se abría la posibilidad de verlo al día siguiente y continuar con las negociaciones o lo que es lo mismo, continuar jugando al innegable y ancestral jueguito del “estira y afloje” que le da sabor al caldo de las relaciones y es básico para cualquier romance.

A este personaje lo denominaremos como el Señor Sonrisa, a quien conocí aproximadamente como 6 meses atrás en el festejo de cumpleaños de la Niña Sueña, no supe de él por los siguientes 3 meses para reaparecer como un buen amigo que a fuerza de presencia y mimos se está ganando el corazón de la Caperucita. Si bien hasta hace poco no era considerado como el candidato más fuerte, las bajas de unos y el ego de los otros había puesto a Sr. Sonrisa en el primer puesto del Top Ten.

Pues bien, mi respuesta al mensaje fue que esperaba que al referirse a “mañana” quisiera decir en unas horas, puesto que era de madrugada y las primeras horas del nuevo día ya habían transcurrido, y así fue, a la tarde siguiente, lo tenía tocando el timbre de la casa mientras convalecía mi dominical cruda en pijama. La Niña Sueña siempre prevenida y en pants corrió a abrirle la puerta, mientras yo corría al otro extremo de la casa para meterme a la regadera.  Después de 20 minutos (rompiendo mi propio record en lo que a arreglo personal se refiere) reaparecí en escena bañada, perfumada y hasta con la pestaña enchinada. La siempre prudente Niña Sueña realizó un acto de desaparición digno de cualquier mago.

El Sr. Sonrisa me saludó y me invitó a comer, cabe hacer mención que hasta ese domingo las negociaciones entre el Sr. Sonrisa y una servidora habían llegado a poder chuparnos la boca como ventosas y uno que otro acercamiento cachondo, sin mayores avances, bajo este entendido iba directamente a besarlo cuando él decidió que siempre no, solamente espetó: “en el camino hablamos”. El no tener control de la situación me puede dejar verdaderamente afectada, sin embargo después del recuento mental de mis acciones de embellecimiento con el objeto de verificar que su negativa era por razón distinta a que por la prisa hubiere olvidado lavarme la boca y consecuentemente me oliera el hocico a cloaca, deseché tal riesgo ya que por el contrario, mi boca emanaba aroma a menta (pasta de dientes), así que puse mi cara de jugador de poker (inmutable hasta el final) y me subí al coche.  En el camino el Señor Sonrisa argumentó en su defensa: “Perdón Caperucita, no te estoy rechazando, pero en el tiempo que no nos hemos visto he meditado mucho y sinceramente quiero hacer bien las cosas contigo”, posteriormente mientras continuábamos en el camino al restaurante tuvo a bien darme una cátedra sobre sus reflexiones de lo que es, lo que no es, lo que quiere llegar a ser y lo que él tiene que arreglar en su vida, en aspectos familiares, laborales e internos, todo lo anterior con el objeto de dirigirse a ser la persona que “quiere ser” y dentro de esto que “lo que tenemos” no sea solo pasajero. Insistió durante la comida (la cual me supo a cartón, gracias a la plática con Sr. Sonrisa), que está trabajando para arreglar las cosas de su mundo antes de continuar las negociaciones conmigo, que no es su intención lastimarte y por consiguiente quería ir más lento.

Debo decir que mi primer reacción ante la letanía del Sr. Sonrisa fue de enojo, es decir, él tomó una decisión que en el mundo ideal se debe tomar por 2 personas puesto que afecta a 2 personas, sin embargo, mi enojo fue mutando a tristeza sin abandonar en ningún momento el pensamiento de “la volví a calabacear, ya debería tener doctorado en esto de joder relaciones”.

Para la noche, después de la comida, platica vana, abrazos afectuosos que no sabía cómo corresponder y una que otra risa, llegamos a la casa donde antes que se despidiera logré sincerarme mientras lo abrazaba con el siguiente discurso: “Te agradezco que quieras intentar protegerme, pero no me puedes proteger de mis propios sentimientos, yo ya elegí quererte a ti, elegí que quiero intentarlo contigo, quiero cuidar de ti y que me cuides, quiero ser parte de tu vida y que tú seas parte de la mía. Yo ya escuché toda la tarde los motivos por los cuales quieres replantear tu vida, me parecen perfectos si esos cambios te hacen sentir bien, pero no puedes protegerme de mi misma, así que esto es lo que yo te ofrezco, si lo quieres aquí estaré, no sé por cuanto tiempo, pero espero sea suficiente para cuando hayas terminado de arreglar tu mundo y hayas tomado las decisiones que debas tomar”. Cuando terminé de hablar me despegué del abrazo y vi sus ojos llenos de lágrimas y con la voz entrecortada solo pudo replicar: “Caperucita, me has dejado sin palabras y con muchas cosas que pensar”, en ese momento entendí el efecto de mis palabras no en él, sino en mi, es decir, lo que le dije escapó de mi boca y de mi corazón, me percaté de los sentimientos que han ido creciendo por él y la zozobra que me da saber que el momento en que soy capaz de reconocerlos es cuando se diluye la posibilidad de una relación más formal con este hombrecín. Me cacho!

Este domingo perdí el control de la situación que pensé manejaba como toda una profesional, y esto me conflictua hasta el punto de hacerme hiperventilar, ¿en qué chingado momento volví a meter las 4?, me queda claro que mi cuento sigue con la maldición de no tener su lobo feroz.