sábado, 29 de noviembre de 2008

Todos Vuelven…

Eso es lo que siempre me dice Marilú, cada que un amor se va, siempre me repite lo mismo: mi niña, no le llores, recuerda que tarde que temprano todos los hombres vuelven; así tú ya ni te acuerdes de ellos, en algún momento ellos se acuerdan de ti, y por cualquier pretexto se vuelven a presentar en tu vida. Marilú es sabia, sobre todo porque en su dicho guarda una verdad casi absoluta. Y para muestra, un botón…

Aproximadamente hace como tres años, yo tenía muy poco tiempo de haber terminado con el hasta entonces “amor de mi vida”, situación que me había costado trabajo superar y que al fin estaba por salir del luto debido, cuando el novio de una amiga, a quien denominaremos Sr. G, decidió que yo no podía seguir solita por el mundo, por lo que tenía que presentarme a alguien. La novia del Sr. G (mi entonces gran amiga, a quien para efectos prácticos denominaremos Green Eyes), le sugirió que me presentaran al gran amigo, casi hermano del Sr. G, el hombre en cuestión lo denominaremos como el Señor Panza. Green Eyes veía muy simpático que los grandes amigos y las grandes amigas terminaran en “gran idilio” (no me extraña de tan gran persona tanto en tamaño como en figura y por lo visto de tan grande pensamiento).

Por alguna extraña razón el Sr. G no estaba tan convencido de que la ideota de su novia fuese tan maravillosa, así pasó el tiempo y en alguna ocasión mientras jugábamos el acostumbrado dominó de viernes por la noche, acompañado de pizza y una que otra bebida espirituosa, el Señor Panza le llamó a Sr. G con la intención de localizarlo y por supuesto alcanzarlo donde el Sr. G se encontrara. A Green Eyes se le iluminaron los ojitos, y no dejó de jorobar al pobre Sr. G hasta que lo convenció de invitar a la reunión al Señor Panza.

El Señor Panza llegó a casa de la Caperuza bien servido, por no decir que se encontraba dos rayitas arriba del adjetivo de ebrio. De físico no puedo decir que se trate de un hombre atlético, por el contrario dista mucho de serlo, el Señor Panza lo recuerdo como un hombre chaparrito, pelón y panzón, pero de facciones no estaba tan dado a la calle, por el contrario, digamos que estaba medio guapetón, lo suficiente para que la Caperuza no lo descartara definitivamente. Así pasó la noche y el Señor Panza estuvo realmente poco tiempo, en virtud que era mínimo lo que le faltaba para el punto de la congestión alcohólica. Esa noche el Sr. G se disculpó por la embriaguez de su fino amigo.

Al día siguiente por la tarde recibí la llamada del Señor Panza, en la cual se desvivió en disculpas por haber llegado tan borracho a mi casa, cosa que siendo sinceros, me daba lo mismo, así que le hice saber que no tenía mayor importancia. El Señor Panza me invitó a cenar en la semana para redimirse después de la forma en que nos cocimos y yo acepté.

La cena quedó agendada para el martes o miércoles de la siguiente semana, y así fue que el Señor Panza fue por mi a mi casa y decidió llevarme a cenar a un lugar cuya especialidad es el pato, me pareció un hombre muy atento y galante, el pequeño problema que le encontré fue que por andar de preguntona, me dieron la respuesta menos esperada, es decir, la Caperuza preguntó: y a todo esto, cuéntame, dónde vives, y vives sólo o con tu familia?, y el Señor Panza respondió: Pues mira Caperuza, de eso mismo quería platicar contigo, vivo con mi esposa y mis dos hijos, pero ¿no hay problema, verdad?, en ese momento me imaginé a mi misma tomando mi bolsita y mi dignidad y salir corriendo del lugar, iba a ejecutar lo que mi pensamiento me brindaba, cuando recordé que traía unos hermosísimos cacles de tacón como de 10 centímetros, de esos que se ven divinos, pero no es precisamente el calzado idóneo para correr en las olimpiadas, así que desistí de mi hasta entonces plan A y opté por el plan B, que era quedarme en el lugar y seguir como si nada, así que respondí con mi mejor cara de jugadora de póquer: Noooo, yo no creo que el hecho de que vivas con tu esposa y tus dos hijos represente problema alguno (siempre que no pretendas chuparme la boca y querer tener noches interminables de pasión conmigo, esto sólo lo pensé, ya que no lo dije, al menos no en ese momento).

Después de la cena, el Señor Panza me llevó a mi casa, y antes de bajar de su auto, tuvo a bien decirme que yo le interesaba como algo más que como una simple amiga, que su matrimonio estaba muy mal y que si no fuera por sus hijos, él ya se hubiera divorciado de su esposa (¿Neta tengo cara de taaan pendeja o taaan urgida como para caer con ese cuento?). Me compadecí del hombre y espeté: Que lástima que esté tan mal tu matrimonio, de verdad lo siento mucho, pero me imagino sigues durmiendo en la misma cama que tu esposa y seguramente cumples con el denominado “débito carnal” que incluye el contrato matrimonial, así las cosas, ¿crees que me la puedes dejar ir mientras se la dejas ir a tu esposa?, yo pienso que no, y mira, mejor seamos buenos cuates, cuando quieras platicar, con gusto te escucharé, pero desde ahorita te digo que no sé jugar a ser la señora de casa chica y no lo voy a jugar contigo.

Marilú es muy sabia y también me ha dicho que los hombres tienen una autoestima como de Brad Pitt, aunque les digas: NOOOOOO!!!, ellos creen que te estas haciendo la difícil, y que segurito si insisten caerás. El señor Panza no fue la excepción ante tan clara regla, y siguió insistiendo, con llamadas, mensajes, correos, regalos, y demás, yo lo atendía como a un amigo y nada más. Y por fin, un día (después como de 6 meses de negativas de mi parte) sucedió que el señor Panza se cansó y dejó de insistir.

El Sr. G terminó su relación con Green Eyes, y siguió siendo amigo mío por alguna extraña razón, así fue que un día me confesó que el motivo principal por el cual no había querido presentarme al Señor Panza era porque estaba casado y con familia y consideraba que yo no merecía un personaje así en mi vida, sólo que su entonces novia, la Señorita Green Eyes, podía ser harto convincente. También reconoció que le dio mucho gusto la forma en que yo mandé a su amigo a ver… al mago.

Hace como 3 días recordé una vez más eso de que “todos vuelven”, ya que me habló Sr. G, tenía tiempo sin saber de él, entre lo mucho que platicamos fue que el Señor Panza ha preguntado mucho por mi, que ya se divorció y que está tratando de localizarme, me reí y sólo contesté: dile que le envío un saludo, el Sr. G también rió y continuamos con nuestra plática. Al final del día, todos vuelven.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La Veloz aparición del Moto-Migra

Viernes por la noche y yo sin plan para liberar la tensión de mi frenética vida como desempleada, mientras trataba de encauzar mi hiperactividad propia del día y de la hora acomodando aquellos papeles que ya eran considerados como parte de la decoración de mi recámara, sonó el teléfono, era una vieja amiga, que para efectos de este cuento denominaremos como la "Señorita Igor", quien me hacía una atenta invitación para el día siguiente a una “pequeña reunioncita” en su humilde morada. Dicha reunión tenía su motivación principal en que sus padres estaban de viaje y tanto ella como su hermano, a quien para efectos prácticos denominaremos como el Ranchero Citadino, tenían ganas de conbeber, digo de convivir con sus amigos más cercanos. Me sentí como niña de secundaria que es invitada a la “casa sin papás” para jugar a la botella. Pero con eso de que mi agenda estaba desierta para ese sábado, acepté gustosa la invitación.

El sábado por la noche me presenté con mi mejor carita, una botella (no fuera ser que no hubiera suficientes pa’ jugar a la botella), una bolsa de hielo y mi maleta para pasar la noche en casa de mis anfitriones. En la mesa se encontraban los de siempre: la Señorita Igor, el Ranchero Citadino, su prima, y unos “nuevos amiguitos” de la Señorita Igor, uno de ellos era algo así como galán de balneario disfrazado de “gente decente”, y al otro ni la cara le vi, ya que estaba escondida detrás de una gorra naranja.

La velada pasó con juegos propios de la ocasión (no se me hizo jugar a la botella, ja!), y entre juego y juego… el Ranchero Citadino terminó bien anestesiado por una linda botella de ron, por lo que decidió irse a dormir, el galán de balneario terminó “conociéndose mejor” con la prima de la Señorita Igor en alguna de las habitaciones de la casa, la Señorita Igor durmió la reunión desde un sillón de la sala y la Caperuza terminó platicando con el muchacho con la cara detrás de la gorra naranja, a quien denominaremos como el “Moto-Migra”. Así fue como me enteré entre otras cosas, de su pasión desmedida por las motocicletas, que cuidaba la suya como a la niña de sus ojos. También hizo mención que la ex novia lo había botado no hace más de 24 horas hasta ese momento, y que se sentía aliviado, según dijo porque era un peso que tenía encima desde hace mucho tiempo. 

No sé si fue el exceso de “embellecedor” (alcohol) en las venas del muchacho Moto-Migra o el ambiente propio de la velada provocó el impulso en los ímpetus del muchacho Moto-Migra, la cosa es que me pidió un beso, y como los besos son como un vaso de agua, pues no soy quien pa’ negarlos… así las cosas, el muchacho Moto-Migra y la Caperuza se dieron uno que otro besito, ocasionando que la gorra color naranja volara y me permitiera descubrir a un atractivo ejemplar de hombre, al menos en apariencia.

Después de una interesante sesión de besos, el Moto-Migra decidió que era momento oportuno pa’ retirarse, tomando en cuenta que el señor trabajaba el domingo y ya era domingo, le quedaba el tiempo exacto para irse a bañar y cambiar e irse a su trabajo.  Lo anterior no sin antes intercambiar números telefónicos y promesas de vernos pronto, la mera verdad y después de mi experiencia, sólo agradecí la sesión de besos, que como diría mi estimada Niña Sueña: “siempre es rico un beso, sobre todo después de que llevas mucho tiempo sin recibir uno”.

El empleo del muchachito en cuestión es el cual le da origen a parte de su nombre, ya que la rola de agente de migración en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y trabaja un día si y un día no, algo raro, pero así es. Por lo que al día siguiente tuve a bien enviarle un mensaje de solidaridad en su crudo y trabajoso día, el cual respondió al instante enviándome su gratitud y besos.

Así pasó el tiempo, entre mensajes de celular y correos electrónicos, (¡que frías se han vuelto ahora las relaciones con el exceso de medios de comunicación!) con vagas promesas de vernos “un día de estos”, hasta que llegó el día en que acordamos vernos un lunes, para ir a cenar y beber una chela. Según el Moto-Migra me marcaba cuando saliera de trabajar para acordar el lugar dónde pasaría por mi con el objeto de cumplir con la cita acordada.

El lunes llegó, todo el día traje en la cabeza la posibilidad de que el Moto-Migra no marcara, pues cual fue mi sorpresa que a las 9 de la noche marcó y a los 20 minutos ya lo tenía tocando el timbre de la casa, Doña Ros tuvo que ir a abrirle al nene, ya que una servidora estaba en el proceso de dejar la cara de muerto fresco pa’ convertirse en una persona normal. Moto-Migra se adaptó a la situación perfectamente, y platicó un rato con la autora de mi existencia, yo salí partiendo plaza con mis mejores atuendos “casuales”, no fuera a pensar el susodicho que me arreglaba sólo para él (mmmjú).

El Moto-Migra no se sentía del todo familiarizado con la zona en la cual se ubica la casa de la Caperuza, por lo que tuve que ser yo quien diera las opciones de lugares con el objeto de que el mozalbete decidiera. Así fue como terminamos en uno de esos restaurantes de comida árabe y que se puede fumar shishas de sabores.

Mientras disfrutábamos de la shisha, la cena, la plática y los tragos, el ambiente ocasionó que no pudiéramos evitar chuparnos la boca con las ansias de aquellos que se traen ganas desde hace un buen rato.  En la plática me informó sus intenciones tanto en el ámbito laboral como conmigo, siendo honestos las segundas me interesaban más que las primeras. Y sus intenciones para con la Caperuza eran conocerla mejor y sobre todo, no volver a dejar pasar tiempo sin verla. El muchachón parecía sincero, aunque tengo claro que a un hombre caliente no se le debe creer la mitad de lo que diga (y la otra mitad ponerla en duda).

Terminamos la cena, siguieron los tragos, continuó la plática y siendo ya martes de madrugada, los encargados del lugar tuvieron a bien invitarnos a desalojar.  El Moto-Migra, me llevó a mi casa, con la firme promesa de volver a vernos “pronto”. Al llegar a su casa, me envió un mensaje agradeciendo la velada. Yo estaba realmente emocionada, en mi cabecita crecía la esperanza de que posiblemente los Dioses del Amor se hubieran apiadado de mi y por fin hubiera llegado uno “con zapatos” a querer ganar el corazón de la Caperuza.

Los siguientes días recibí varios mensajes y llamadas del Moto-Migra, de repente y sin aviso de por medio, pasó que el tipo se diluyó en mi mente y dejó de enviar mensajes y llamadas. La Caperuza lo buscó dos veces, sin éxito alguno. Con desilusión, abandoné la campaña y cambié la página, si él ya no estaba interesado, ¿yo por qué demonios debía estarlo?

Después del muchacho Moto-Migra, reconocí con orgullo herido que aún no estoy preparada para prender y apagar mi botoncito de la ilusión sin consecuencias agresivas en mi persona, ya que estuve de mal humor alrededor de 2 semanas, tratando de imaginar el motivo del repentino desinterés del personaje en cuestión. Un mes después, mientras trataba de encontrar formas diversas en el tirol del techo de mi recámara, llegó a mi la inspiración y con ella la firme idea de que solo tenía que vivir la experiencia, al fin y al cabo, todas y cada una de las experiencias que vivo me hacen ser la persona que soy.

No pretendo casarme con el primer individuo que se presente a mi puerta (de hecho no sé si pretendo casarme algún día), mi espíritu de “Susanita” (Mafalda) está bastante atrofiado. Por lo que después de esta vivencia, considero que tratar de ver más allá de lo que tengo enfrente es muy pretencioso de mi parte. Así las cosas, viviré más, sentiré más, pensaré más y me ilusionaré y soñaré menos, puede ser que así disfrute más de lo que padezca.