martes, 18 de agosto de 2009

Dios perdona los pecados...

…no las pendejadas, frase tomada del delantal de la casa de la seño Ana Pau y la seño Profis.

Sábado 6 a.m. y la Caperuza mentando madres en la regadera, ¿en qué desafortunado momento se me ocurrió que era una maravillosa idea madrugar para mi fin de semana etílico? Claro, si nos hubiéramos ido la noche anterior, segurito ya hasta cruda estaría, pero no, ¡todo por flojos!

A las 7 de la madrugada estaban llegando por mi el señor Bolsititita y mi Princess Adorada, un fin de semana en Tequisquiapan, en la Feria del Vino, prometía lo suficiente como para purificar mi alma, desintoxicarme de los hombres y sobre todo anestesiar el corazón con suficiente alcohol.

Salimos desde temprano con la ilusión de alcanzar el tan ansiado Tour de Queso y Vino, llegamos a tiempo para que la H. Señorita-Guía-del-Tour del viajecillo aquel, nos dijera: Uuuuy, ya no hay lugares, pero pueden venir mañana… El amigo Bolsititita siempre tan ágil, se le ocurrió la brillante idea: Si ya no hay lugar en los camiones, ¿por qué no los seguimos?, así fue como se acercó a la H. Señorita-Guía-del-Tour y le planteo nuestra intención, quien respondió de talante francamente hostil: Pues si quieren, pero que les quede claro que ustedes pagarán sus entradas y no podrán tener acceso a las degustaciones.

Primer destino, una fábrica artesanal de quesos, lugar un tanto cuanto alejado de la civilización, hartas vaquitas, cabras, y demás animalitos fueron parte del recorrido. Un pinche sol que te encontraba hasta debajo de la tierra, redes para el pelo que hacían vernos muuuy cajetos, y lo bonito: la degustación de varios tipos de quesitos ricos, esto no es tan bonito como el alemán alto, y guapo que estaba frente a mi, mi mente trato de evitarlo y buscaba distraerse con los quesos, pero mi Adorada Princess no me lo permitió.

Tomando en consideración que la planificación del fin de semana inicialmente la hicieron 3 amigos, pero al viaje terminaron asistiendo una pareja “de estreno” y el mal tercio (esa soy yo), es decir, en algún momento entre la planificación y el viaje el señor Bolsititita y mi Princess Adorada se habían perdido el asco, y aunque nunca fue problema, pues si había oportunidad que me encontraran algo con que “distraerme”, estaría de perlas.

Así las cosas durante el resto del recorrido, la Adorada Princess me empezó a lavar el cerebro con la idea en que lo que a mi me hacía falta era un alemán alto y guapote y que casualmente el que iba en el Tour, era perfecto para mi. Debo de reconocer que le costó trabajo convencerme, ya que yo iba decidida a desintoxicarme de los hombres rancios.

Segunda parada, Peña de Bernal, el alemán caminaba justo enfrente de nosotros, mientras el señor Bolsititita trataba de convencerme que el alemán me gustaba, que dejara el rebozo y me acercara, se ofreció amablemente a presentármelo, sin embargo seguía de terca con mi “desintoxicación”. Hasta que el señor Bolsititita se acercó para preguntarle alguna tontería, la cual respondió en perfecto español, lo que me causó mucha pena, si recordamos que seguramente había escuchado la letanía de mis amigos respecto a su persona.

Nos volvimos “amigos” del alemán, quien de acuerdo a lo que él nos dijo se llama Mom. El señor Bolsititita y mi Adorada Princess lo invitaron a seguir el recorrido desde la camioneta, la cual contaba con aire acondicionado, área de fumadores y música de todo tipo para amenizar el recorrido. El señor Mom nos vió con cara de “seguro estos me van a querer secuestrar”, por lo que declinó la oferta.

Tercer parada, las cavas de Freixenet, la gente salía de todos lados, y para la entrada de las cavas, debía uno hacer una cola similar a aquella que se hace para las tortillas cuando la masa aún no llega, y el elemento adicional del sol, nos hizo desistir de entrar a dichas cavas, por lo que para matar el tiempo tomamos la decisión de comer algo, y ya que andábamos por ahí probar los vinitos espumosos, con 3 botellas para remojar la paella que nos zampamos. Decidimos que una botella para cada uno era razonable como caminera, por lo que compramos el vinito espumoso y nos subimos a la camioneta a tiempo para continuar con el recorrido.

Debo de reconocer que me dio mucha ternurita ver a la H. Señorita-Guía-del-Tour repartiendo las “degustaciones” a los participantes del Tour, cuando yo ya traía como 20 degustaciones encima y por la mitad del valor de dicho Tour.

Camino a la cuarta y última parada, el miedo de la Caperuza radicaba en que su caminera se terminara antes de llegar al siguiente destino, el cual resultó ser unos viñedos muy pintorescos. Ahí mis acompañantes y una servidora ya andábamos medio mareadones, por lo que nuestra constante risa evitó que nos perdiéramos la tan interesante explicación del Tour, y en cambio invitáramos a Mom a seguir “degustando” los vinos de la región.

De regreso a Tequisquiapan, los viajeros de la camioneta incluían al señor Bolsititita como piloto, mi Adorada Princess como copilota, la Caperuza y un alemán en la parte trasera. Para ese momento Mom ya era gran amigo, y respondía al apelativo de ¡¡¡¡¡Mamáaaaaa!!!

Después del Tour era obligado llegar a la Feria del Vino, en la cual cada uno de nosotros andábamos muy dadivosos, lo que nos permitió invitar una botella por cabeza. En algún punto, terminamos acostados en el pasto de los jardines aledaños a la Feria, junto con los demás asistentes, bebiendo vino y comiendo quesos.

Casi las ocho de la noche, moría de frío y mi cabeza no vivía su mejor momento, decidimos regresar al hotel, Mom intentó convencerme en que me quedara con él, sin embargo prometí que dormiría un par de horas para que en grupo regresáramos por él para cenar.

Casi la medianoche, me despertó un terrible dolor de cabeza, acompañado de la boca seca, el rugido de mis tripas y un mensaje en mi celular del señor Mamá, que palabras más, palabras menos decía algo como: Estoy en primera fila en el concierto de Reily, con el clima perfecto para que estuvieras junto a mi. Mi primer reacción fue voltear a ver a mis acompañantes, los cuales retozaban en calidad de cadáveres uno en el sillón y la otra en la cama, quienes por más que intenté mover, no despertaron.

Siguieron mensajes muy similares al anterior por parte del señor Mamá. En algún punto consideré la opción de acicalarme y alcanzarlo, sin embargo, era fin de semana de “desintoxicación”, por lo que mi mejor movimiento fue ponerme la pijama y meterme bajo las sábanas.

Al día siguiente, con una cruda de esas que te obligan a decir: no lo vuelvo a hacer, nos despertamos temprano, fuimos por algo para desayunar, hicimos las compras obligadas y retornamos a la ciudad en calidad de bultos. El señor Mamá envió mensaje avisando que ya no se encontraba en Tequisquiapan, sino en aquel estado donde actualmente radicaba.

Ese domingo la Profis continuaba con la ardua labor de mudanza, la alcancé en su nuevo hogar, y mientras la ayudaba en el acomodo, noté en la cocina el delantal con la frase de inicio: “Dios perdona los pecados, no las pendejadas”. En se momento reconocí que mi desidia fue una total pendejada, dejar la oportunidad de vivir un idilio momentáneo con un guapo alemán fue una reverenda tontería, si consideramos que este tipo de oportunidades se presentan pocas veces en la vida, es de esos sueños extraños que cuando se vuelven realidad, no sabes qué hacer con ellos.

La desintoxicación de aquellos seres que sólo habían logrado mutilar mi autoestima hasta ese momento, pudo haber sido superada con mayor velocidad. Sin embargo, el tiempo ha hecho lo suyo, y al día de hoy mi corazón se encuentra bien. No obstante, puedo decir que el “y si…” de ese sábado con el señor Mamá aún hace mella. Me consuelo en la frase “las cosas suceden por algo”, pero no dejo de reconocer que “el hubiera es el pasado del verbo ni modo”.

lunes, 10 de agosto de 2009

Autosabotaje...

Tal y como lo sospechaba, el Sr. Sonrisa reapareció, regresó por la puerta grande y “reloaded”, esto último, sinceramente no lo esperaba, creí que regresaría más como conocido lejano que como “bien conocido” cercano.

Puedo decir que los días que hemos compartido desde su regreso son extraordinarios, las pláticas, los juegos, los besos, los abrazos, el sentirme querida e importante, el hacerlo sentirse querido es un bálsamo, y evidentemente las sonrisas en complicidad, no las cambio por nada. Me embriaga su novedosa ternura, sus brazos que no se cansan de mantenerme abrazada y su incesante dedicación.

Todo va a todas margaritas, de no ser por el pequeño detalle de mi putrefacto miedo. La experiencia me dice que la primera vez que alguien te lastima es su culpa, la segunda es sólo mía. Tengo un pavor a que Doña Ros me repita: te lo dije, ese personaje no es para ti, pero ahí vas de terca.

Si, lo reconozco, tengo miedo y sé que es este miedo rancio el que me autosabotea y me hace hacer un berrinche cuando no he recibido mas que atenciones del Sr. Sonrisa, quien aún y cuando le hago un tremendo berrinche, sólo me calla la boca a besos y me dice te quieros: “así eres y así te quiero”.

Soy dramática y berrinchuda por naturaleza, mi poca madurez me ha permitido reconocerlo, aunque no he podido manejarlo del todo, sin embargo, me queda clarito que estos dramas lejos de darle sabor a la vida, sólo la complican.

Me odio cuando soy yo quien construye barreras tontas donde no deben de ir, que gastan mi energía y desgastan las emociones al punto de darle al traste algo que se ha ido reconstruyendo por si sólo.

Me choca azotarme, pero la costumbre es más fuerte que la razón, ¡ja!. No obstante, en esta ocasión y aunque salga más raspada que rodilla en pavimento, haré mi mejor esfuerzo por dejarme llevar, por permitir al Sr. Sonrisa que dé todo lo que tenga que dar, y que me siga sorprendiendo. ¿Quién soy yo para negarme a la oportunidad de que me quieran querer y yo pueda volver a querer?