martes, 26 de enero de 2010

La sonrisa eterna

Recuerdo el día que te conocí, tu llevabas una minifalda, y corrías en tacones por la Universidad, recuerdo que me pediste un encendedor para prender tu Marlboro Light, recuerdo tu cabello alaciado, tu maquillaje perfecto y esa sonrisa que te caracteriza, la cual puede aliviar la tristeza más profunda.

También tengo en mi memoria muchas vivencias, muchas aventuras, muchas lágrimas, sin embargo, lo más vivido y lo que me permite reconocerte es tu sonrisa, esa que demuestra que aún cuando las cosas no van bien, todo al final del día, es pasajero.

Hoy sé que he sido afortunada al caminar contigo a mi lado, he sido afortunada porque día a día gracias a ti aprendo algo nuevo. Tu sencillez, humildad, inteligencia, independencia y todas y cada una de las cualidades que posees son armoniosas y las haces lucir bellas e inigualables, me hacen sentirme afortunada por tener tu cariño, tu guía, tu hombro, tu confianza.

Hoy sólo puedo agradecerte por quererme tanto, por tu inagotable paciencia, por recordarme que el ser humano que soy ha venido a este mundo con el único propósito de ser feliz, por enseñarme que a pesar del mundo, uno puede ser feliz a diario.

En verdad te admiro, lo simple que haces que parezca el hacer sonreír a todo aquel que te rodea, ese líder que traes dentro y que sólo tiene la capacidad de ayudar, que lucha a diario por reconocerse a si misma y no obstante siempre tiene un oído, una palabra de aliento, pero sobre todo esa sonrisa.

Te quiero hermana mía, te quiero tanto que la única forma de agradecerte es estando siempre para ti. Lo único que le pido a Dios es que vuelva tu sonrisa eterna en mi mente y en mi corazón, que no la borre el señor Don Tiempo, para refugiarme en ella cuando no salga el sol.