jueves, 13 de noviembre de 2008

La Veloz aparición del Moto-Migra

Viernes por la noche y yo sin plan para liberar la tensión de mi frenética vida como desempleada, mientras trataba de encauzar mi hiperactividad propia del día y de la hora acomodando aquellos papeles que ya eran considerados como parte de la decoración de mi recámara, sonó el teléfono, era una vieja amiga, que para efectos de este cuento denominaremos como la "Señorita Igor", quien me hacía una atenta invitación para el día siguiente a una “pequeña reunioncita” en su humilde morada. Dicha reunión tenía su motivación principal en que sus padres estaban de viaje y tanto ella como su hermano, a quien para efectos prácticos denominaremos como el Ranchero Citadino, tenían ganas de conbeber, digo de convivir con sus amigos más cercanos. Me sentí como niña de secundaria que es invitada a la “casa sin papás” para jugar a la botella. Pero con eso de que mi agenda estaba desierta para ese sábado, acepté gustosa la invitación.

El sábado por la noche me presenté con mi mejor carita, una botella (no fuera ser que no hubiera suficientes pa’ jugar a la botella), una bolsa de hielo y mi maleta para pasar la noche en casa de mis anfitriones. En la mesa se encontraban los de siempre: la Señorita Igor, el Ranchero Citadino, su prima, y unos “nuevos amiguitos” de la Señorita Igor, uno de ellos era algo así como galán de balneario disfrazado de “gente decente”, y al otro ni la cara le vi, ya que estaba escondida detrás de una gorra naranja.

La velada pasó con juegos propios de la ocasión (no se me hizo jugar a la botella, ja!), y entre juego y juego… el Ranchero Citadino terminó bien anestesiado por una linda botella de ron, por lo que decidió irse a dormir, el galán de balneario terminó “conociéndose mejor” con la prima de la Señorita Igor en alguna de las habitaciones de la casa, la Señorita Igor durmió la reunión desde un sillón de la sala y la Caperuza terminó platicando con el muchacho con la cara detrás de la gorra naranja, a quien denominaremos como el “Moto-Migra”. Así fue como me enteré entre otras cosas, de su pasión desmedida por las motocicletas, que cuidaba la suya como a la niña de sus ojos. También hizo mención que la ex novia lo había botado no hace más de 24 horas hasta ese momento, y que se sentía aliviado, según dijo porque era un peso que tenía encima desde hace mucho tiempo. 

No sé si fue el exceso de “embellecedor” (alcohol) en las venas del muchacho Moto-Migra o el ambiente propio de la velada provocó el impulso en los ímpetus del muchacho Moto-Migra, la cosa es que me pidió un beso, y como los besos son como un vaso de agua, pues no soy quien pa’ negarlos… así las cosas, el muchacho Moto-Migra y la Caperuza se dieron uno que otro besito, ocasionando que la gorra color naranja volara y me permitiera descubrir a un atractivo ejemplar de hombre, al menos en apariencia.

Después de una interesante sesión de besos, el Moto-Migra decidió que era momento oportuno pa’ retirarse, tomando en cuenta que el señor trabajaba el domingo y ya era domingo, le quedaba el tiempo exacto para irse a bañar y cambiar e irse a su trabajo.  Lo anterior no sin antes intercambiar números telefónicos y promesas de vernos pronto, la mera verdad y después de mi experiencia, sólo agradecí la sesión de besos, que como diría mi estimada Niña Sueña: “siempre es rico un beso, sobre todo después de que llevas mucho tiempo sin recibir uno”.

El empleo del muchachito en cuestión es el cual le da origen a parte de su nombre, ya que la rola de agente de migración en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y trabaja un día si y un día no, algo raro, pero así es. Por lo que al día siguiente tuve a bien enviarle un mensaje de solidaridad en su crudo y trabajoso día, el cual respondió al instante enviándome su gratitud y besos.

Así pasó el tiempo, entre mensajes de celular y correos electrónicos, (¡que frías se han vuelto ahora las relaciones con el exceso de medios de comunicación!) con vagas promesas de vernos “un día de estos”, hasta que llegó el día en que acordamos vernos un lunes, para ir a cenar y beber una chela. Según el Moto-Migra me marcaba cuando saliera de trabajar para acordar el lugar dónde pasaría por mi con el objeto de cumplir con la cita acordada.

El lunes llegó, todo el día traje en la cabeza la posibilidad de que el Moto-Migra no marcara, pues cual fue mi sorpresa que a las 9 de la noche marcó y a los 20 minutos ya lo tenía tocando el timbre de la casa, Doña Ros tuvo que ir a abrirle al nene, ya que una servidora estaba en el proceso de dejar la cara de muerto fresco pa’ convertirse en una persona normal. Moto-Migra se adaptó a la situación perfectamente, y platicó un rato con la autora de mi existencia, yo salí partiendo plaza con mis mejores atuendos “casuales”, no fuera a pensar el susodicho que me arreglaba sólo para él (mmmjú).

El Moto-Migra no se sentía del todo familiarizado con la zona en la cual se ubica la casa de la Caperuza, por lo que tuve que ser yo quien diera las opciones de lugares con el objeto de que el mozalbete decidiera. Así fue como terminamos en uno de esos restaurantes de comida árabe y que se puede fumar shishas de sabores.

Mientras disfrutábamos de la shisha, la cena, la plática y los tragos, el ambiente ocasionó que no pudiéramos evitar chuparnos la boca con las ansias de aquellos que se traen ganas desde hace un buen rato.  En la plática me informó sus intenciones tanto en el ámbito laboral como conmigo, siendo honestos las segundas me interesaban más que las primeras. Y sus intenciones para con la Caperuza eran conocerla mejor y sobre todo, no volver a dejar pasar tiempo sin verla. El muchachón parecía sincero, aunque tengo claro que a un hombre caliente no se le debe creer la mitad de lo que diga (y la otra mitad ponerla en duda).

Terminamos la cena, siguieron los tragos, continuó la plática y siendo ya martes de madrugada, los encargados del lugar tuvieron a bien invitarnos a desalojar.  El Moto-Migra, me llevó a mi casa, con la firme promesa de volver a vernos “pronto”. Al llegar a su casa, me envió un mensaje agradeciendo la velada. Yo estaba realmente emocionada, en mi cabecita crecía la esperanza de que posiblemente los Dioses del Amor se hubieran apiadado de mi y por fin hubiera llegado uno “con zapatos” a querer ganar el corazón de la Caperuza.

Los siguientes días recibí varios mensajes y llamadas del Moto-Migra, de repente y sin aviso de por medio, pasó que el tipo se diluyó en mi mente y dejó de enviar mensajes y llamadas. La Caperuza lo buscó dos veces, sin éxito alguno. Con desilusión, abandoné la campaña y cambié la página, si él ya no estaba interesado, ¿yo por qué demonios debía estarlo?

Después del muchacho Moto-Migra, reconocí con orgullo herido que aún no estoy preparada para prender y apagar mi botoncito de la ilusión sin consecuencias agresivas en mi persona, ya que estuve de mal humor alrededor de 2 semanas, tratando de imaginar el motivo del repentino desinterés del personaje en cuestión. Un mes después, mientras trataba de encontrar formas diversas en el tirol del techo de mi recámara, llegó a mi la inspiración y con ella la firme idea de que solo tenía que vivir la experiencia, al fin y al cabo, todas y cada una de las experiencias que vivo me hacen ser la persona que soy.

No pretendo casarme con el primer individuo que se presente a mi puerta (de hecho no sé si pretendo casarme algún día), mi espíritu de “Susanita” (Mafalda) está bastante atrofiado. Por lo que después de esta vivencia, considero que tratar de ver más allá de lo que tengo enfrente es muy pretencioso de mi parte. Así las cosas, viviré más, sentiré más, pensaré más y me ilusionaré y soñaré menos, puede ser que así disfrute más de lo que padezca.

1 comentario:

Profana dijo...

Ay! mija, tienes razón, lo de hoy, es vivir el ahora y lo demás es tan incierto...

Así mientras das besos, lo importante es el beso... lo que haya detrás o entre líneas, simplemente no existe...

Lástima que el moto migra desapareció, pero bueno, por experiencia se sabe que los hombres siempre regresan, así que buza pa la próxima.

Saludos.