jueves, 23 de octubre de 2008

Hace un año

El 23 de octubre de 2007, fue el día más frío del que tengo memoria, hace un año exactamente que sentí que el aire helado se colaba en mi cuerpo y en mi alma, hace un año que te fuiste. Ese martes decidiste que el dolor y el cansancio habían sido suficientes, dejaste de luchar contra el tiempo y abandonaste la esperanza, cerraste la puerta y te alejaste detrás de ella. 

El día de hoy lo recuerdo como el día en que mi mundo cambió, y lejos de reclamarte, solo puedo agradecer el tiempo que estuviste a mi lado, agradezco tu sonrisa, tus manos, tu infinito amor, tu ejemplo, tu humildad y tu sopa de fideos. Gracias a ti sé que por más etéreo que parezca, no hay nada más palpable que el amor. Gracias a ti sé que es el amor lo que te permite respirar y vivir; ese amor que diario se procura, que diario se alimenta. Gracias a ti aprendí que no importa tener grandes fortunas mientras hayas logrado dar y recibir ese amor.

Creo que nadie me escuchará con tanto fervor como tú me escuchabas, creo que nadie volverá a tomar mi mano como tú lo hacías, ni en un abrazo me brindará ese consuelo y protección que sólo tú sabías darme. Por eso, hoy, a un año de tu partida, te pido perdón por no haber sido la persona que tu esperabas, por todas las veces que no te di el cariño y las atenciones cuando las necesitabas, por darte mi impaciencia, en vez de cuentos y sonrisas.

A un año de tu partida, no puedo negar lo que te extraño y me duele saber que ya no te veré más, que ya no escucharé tus risas, que ya no respiraré más los olores de tu cocina y tu aroma de flores; pero me consuela saber que detrás de ti dejaste una familia unida por el amor, y en mi dejaste la semilla de la tenacidad, la esperanza de un nuevo día, la esperanza en un Dios, y una infancia de cuento de hadas, entre muchas otras cosas.

Rosita, gracias por haber estado, por habernos regalado un invaluable tiempo a tu lado, por dejarte conocer y dejarte querer. Gracias por no sólo haber sido mi abuela, sino mi madre también.

7 comentarios:

Profana dijo...

Siempre es duro dejar de ver a alguien, de contar con su consejo o con su simple oído dipuesto a escuchar nuestras palabras. Duele hasta la médula.

Pero si me permites decirlo, creo que nunca dejan de estar. Sobre todo, porque hay gran parte de ella en tí, en los olores de tú cocina, en tu forma de ver la vida, en la calidez con que das consuelo o un abrazo, en la vividez con que brindas una sonrisa y en lo buena madre que algún día seras, herencia de 2 grandes ejemplos con los que cuentas.

Se de cierto que alguien como ella no lo podrá haber, pero eso no implica que no tienes a tu pequeño ejercito atrás de ti y para tí.

y yo creo que si estaría orgullosa de ti, y sobre todo, que no quedaron nada a deberse.

besos y muchos abrazos

Jo dijo...

seguramente cuando dejes de pensar en ese ser , es cuando morira

acordarse, deleitarse de los recuerdos gratos y llenar los espacios vacios que uno cree que dejan esas personas que se van antes que nosotros, sin duda es cuando piensas que un año no es menos, ni lo suficiente para poder saciar la melancolia y la apacible calma que tenemos... algo nos falta siempre

algo de esas personas


abrazos caperuza! :P

Allan York dijo...

¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?
Paso a comentar en un rato

www.gigoloejecutivo.ciudaddeblogs.com

Allan York dijo...

Ahora sí, vaaaaale...

A comentar:
Cuando se va alguien, solo es el cuerpo fisico.. finalmente lo que queda es aquello que nos enseño, aquello que nos brindo y toda la infinita sabiduria y amor del que somos (ojo... somos) parte.

Finalmente mi querida Caperucita, las sonrisas no regresaran por que solo le pertenecen a esaaaa persona ¿ok?

Sabes? no se si sea un gran consuelo pero todos... nos volveremos a ver en algun momento. Lo sé.

Rafael Merino Isunza dijo...

Las abuelas tienen como particularidad dejar recuerdos sensoriales. Muchas de las imágenes que tengo claras de mi abuela materna son en la cocina contando historias de su vida en lugares lejanos en el tiempo; ella sólo tenía la posibilidad de traerlas a nosotros, al mismo tiempo que regresaba ahí al remembrarlas, de esa manera nos abría ese espacio para la admiración de la evolución en la vida.

Ahora me toca abrir solo ese espacio para la admiración y regresar a la vida a la abuela cada vez que utilizo algunos de sus dichos o encuentro una sazón similar en el arroz que pareciera llevara la firma de su mano.

Defeña Salerosa dijo...

Esta clase de post son muy llegadores, casi todos hemos pasado por algo así.

Y por desgracia, lo que decimos-nos dicen, parecería trillado, pero ésta llenísimo de verdad, sentimiento, y cariño, justo como lo que dice profana. Su comentario es tan bonito y verdadero, que no tengo algo más que pueda decirte.

Un placer encontrar tu blog, avisa!

La niña Fonema dijo...

Me hubiera gustado tener una abuelita de esas. Recuérdala siempre: la memoria a veces nos apachurra, pero también puede mantenernos el corazón tibiecito.