sábado, 4 de abril de 2009

La Amenaza

Bien me lo decía mi madre: no le hables a gente extraña, yo como buena hija pongo en duda las sabias palabras de Doña Ros, y siempre termino diciéndome a mi misma que debí haber seguido el consejo oportuno de mi mamá, a quien una vez más la vida le dio la razón.

Todo comenzó cuando entré a mi nuevo empleo, lugar conocido para mi, gente conocida desde hace algunos años y otra tanta nueva que me recibía con sonrisas. Pues bien, en el área en la que laboro estaba una mujer con un cargo superior al mío, que había entrado no más de un mes antes que yo. La mujer en cuestión la denominaremos la “Bruja Cucha”.

La Bruja Cucha me recibió con sus reservas, era rara en si misma, tenía (o tiene) una cara rara (tirándole a bien pinche fea), pero un cuerpo de diez, digo no me gustan las viejas, pero una reconoce lo evidente: alta, buena pierna, chichis abundantes y bien paradas, delgada, trasero suficiente, y en general tenía (o tiene) buen físico; sin embargo el carácter fue donde la puerca torció el rabo, ya que no le hablaba mas que a personas selectas y a las becarias. A mi me saludaba cuando ocasionalmente me tenía frente a ella y no tenía forma de eludir un: buenos días. Aún con un carácter tan hostil, me dije a mi misma que debía hacer un esfuerzo por llevar una relación cordial con ella, aún cuando no le reportaba directamente, no es bueno hacerse de enemigos en el nuevo lugar de trabajo, ni mucho menos en la misma área, juro que lo intenté pero su hostilidad podía más.

Dentro de los motivos que me hacían pensar que la Bruja Cucha era un animalito de Dios que sólo estaba algo confundido era que decía tener a su mamá enferma, casi al punto de la muerte en cardiología; pensé que la problemática familiar no le daba el ánimo suficiente como para socializar. Tan penoso asunto, la hacía faltar al trabajo con mucha regularidad y la Caperuza terminaba viendo los asuntos que ella usualmente tenía asignados y estaban o a la mitad u olvidados en un cajón.

La Pinche Bruja… digo, la Bruja Cucha en algún momento que la agarré de buenas mientras me perjudicaba un pulmón (salí a fumar), tuvo a bien contarme que en menos de dos meses se casaría con el hombre de su vida, y que era un poquito menor que ella, pero eso no era óbice para estar locamente enamorada de él (luego me enteré que le lleva al muchacho algo así como siete añitos), y que estaba preparando el bodorrio del siglo.

La Bruja Cucha, como cualquier nuevo empleado de la empresa, debía cumplir con tres meses de prueba y posteriormente se le daría la planta, sin embargo, mi jefa, es decir, la Jefaza de mi Vidaza tenía serias dudas sobre su contratación definitiva, dudas que compartió conmigo, exponiendo los siguientes motivos que me parecieron bastante coherentes: (i) viene a trabajar a lo mucho tres veces por semana, las cuales son aleatorias y ni avisa, so pretexto de la enfermedad de su mamá, (ii) cuando la muchachona nos honra con su presencia, suele llegar entre hora y media y dos horas tarde, (iii) se va sin avisar usualmente una hora antes, o simplemente no regresa de la hora de la comida, eso si, deja su saquito en el respaldo de su silla pa’ dar la finta, (iv) no entrega lo que se le pide, y si por gracia de los Dioses lo entrega, segurito algo está mal. Con la exposiciones de motivos antes reseñada, la Jefaza de mi Vidaza me comunicó que era su decisión mandarla a bailar con Bertha las calmadas tan pronto cumpliera con los tres meses.

El fin de los tres meses llegó y con ello, la Bruja Cucha fue llamada pa’ avisarle por parte de Recursos Humanos que le agradecían mucho las atenciones, pero que lamentablemente no sería contratada. Por la Jefaza de mi Vidaza me enteré que se puso medio ruda y que le tomó por sorpresa su despido, ya que “creía que era una empresa decente y que la iban a apoyar en tan difícil momento de la salud de su madre”.

Cuentan las malas lenguas (viperinas como suelen ser) que el viernes anterior al despido se le había visto a la mamá jugando tenis en renombrado club, y se encontraba muy sanita. Y entre la información que nos llegó por personas distintas fue que su mamá nomás nunca se enfermó. Me pregunto: ¿Qué persona en su sano juicio enferma a su madre pa’ agarrarla de pretexto pa’ su tremenda conchudez? Sin embargo, el mismo día del despido confirmé mi teoría de que la Bruja Cucha no era para nada una persona en su sano juicio.

Ese día después del aviso, agarro sus chivas y se fue tan rápido que ni la vi, como imaginarán, mi corazón no se apachurró mucho que digamos, y aunque sentía feo que alguien a punto de casarse se quedará sin empleo, la huevonez de la Bruja Cucha me tenía trabajando a marchas forzadas, por lo que alivié a mi corazón recordando esa frase que dice: “¡¡¡si no ayudas, no estorbes!!!”.

El resto del día me la pasé supliéndola en reuniones, por lo que me pude sentar a trabajar por ahí de las cinco de la tarde. Me senté, di un respiro, y al escuchar los mensajes en mi grabadora, me percaté de un mensaje, que palabras más, palabras menos decía lo siguiente: “Ya sabes quien habla, lograste lo que querías quedarte con mi puesto, pero por mucho que te quedes con él nunca lograrás ser como yo. Eres igual que las otras viejas del área, pinche gorda malcogida, pero créeme que soy una vieja muy cabrona, así que cuídate de mi porque me las vas a pagar”.

Obviamente, se tomaron las medidas de seguridad pertinentes, entre las que destacaban que no podía salir a ningún lado si no era acompañada. Ese viernes no salí de mi casa, y después de dos días mi susto fue mutando a carcajadas.

Sin embargo, analizando el rancio mensaje de la Bruja Cucha, es interesante hacer mención de lo siguiente:

1) ¿Qué clase de imbécil deja un mensaje amenazador en una grabadora que guarda el número de teléfono del cual llama?

2) La Bruja Cucha en verdad creyó que era mala leche de alguien su despido, en este caso me señaló a mi como la autora intelectual del mismo, sin darse cuenta que su mal desempeño y su escasa asistencia eran el motivo real. ¿Por qué diablos los humanos tenemos la capacidad de culpar primero a cualquier otro antes de verificar nuestros actos?

3) Analizando el mensaje en si mismo: (a) Logré quedarme con su puesto. Pues no, la mera verdad no, se cerró esa plaza y ni tiempo, ni ganas. (b) Ser como ella. Ahí si tenía toda la razón, bendito Dios, no me gustaría que me apodaran como a ella: la fea. (c) Pinche gorda. Ahí tampoco le doy toda la razón, no estoy buena como ella, pero gorda nel!!! (d) Mal cogida. Un punto más en el que se equivoca, ya que para estar mal cogida, se presume que uno coge, y yo ni cojo desde hace un rato.

Lo anterior me lleva a una simple conclusión: Prometo hacer más caso a los consejos de mi mamá.

4 comentarios:

Rafael Merino Isunza dijo...

Mira nada más con lo que te fuiste a encontrar: una buena muy mala y además loca. Ahora llama al celular de donde te marcó y déjale grabado los incisos que marcas en el Post, para que no atente contar tu vida… bueno, al menos no por quedarte con su trabajo.

La escafandra y la mariposa dijo...

Ese tipo de compañer@s son nefastos. Se apendejan buscando culpables y quieren culpar de su mediocridad al compañero de junto. En fin, este tipo de especímenes de oficina solo son un mal chiste, toma tus precauciones y ya; no le des mas importancia al asunto (como no soy yo el del problema ¿Verdad? Jajaja). Saludos.

Profana dijo...

Ay, mija. Es que tu no la entiendes, seguro estaba estresadita por su torneo de tenn... digo, la enfermedá de su amá.

Por otro lado, analízalo bien, seguro la amenaza no era pa ti, seguro te darás cuenta de ello si analizas tu sección 3)d)... jajajajajaja


Besos

Profana dijo...

y notaste cuántas veces utilicé la palabra "seguro" y "analizar" en mi comentario???


Chaaa... perdón