miércoles, 15 de octubre de 2008

Mi General (Tercera Parte)

El General no se perdió del todo, debo de reconocer que de vez en cuando reaparece en escena, aunque siempre por medios distintos a su presencia, es decir, por correos electrónicos, vía telefónica o hasta messenger.

Aproximadamente hace como dos meses tuvo una de esas temporadas de llamarme a diario (durante 3 semanas), para ver cómo estaba, mis ánimos ya estaban pasmados, si, es decir llegó el punto que cada vez que daba a entender que nos veríamos pronto, volvía a desparecer, así que además de pasmada ya no le creía, solo me divertía escucharle. Una noche, como cada vez que hablábamos, llegó la sección favorita de nuestras llamadas telefónicas, la cual titularemos “Ilusionemos a la Caperuza”, la cual consiste en hacer los mejores esfuerzos para que la Caperuza (ya saben, aquí tienen a su pendeja) “crea” que el General se dejaría de hacer el difícil, y en esta ocasión no podía fallar; me comentó que por su trabajo, al día siguiente era posible que tuviera que venir a la Ciudad de México, que si podía acompañarlo a realizar algunas diligencias y después podíamos ir a comer para regresar por la tarde a su pueblo, mi estado pasmado me permitió responderle un: “si claro, cómo no”, sin considerar siquiera mi agenda.

Al día siguiente por la mañana, cuando regresaba del gimnasio, Doña Ade, la señora que se encarga de la limpieza de la casa de la Caperuza por una módica cantidad, me recibió algo agobiada, ya que el General me había llamado varias veces y no podía darle razón de mi persona. Me comuniqué con el General, quien aliviado por escucharme amenazó con pasar por mi en más o menos 30 minutos, según dijo; siendo honestos, no pensé que fuera cierto eso de dejar su glorioso pueblo para venir a visitar Chilangolandia, así que yo tenía varias citas que no pretendía cancelar, por lo que me tuve que disculpar y comentarle que había tenido un imprevisto de último minuto, por lo que no me iba a ser posible verlo.  La voz del General se tornó un tanto molesta, y sólo respondió que esperaba me pudiera comunicar con él cuando terminara mis actividades, con el objeto que comiéramos juntos, ya que el motivo principal para que él viniera a la Ciudad de México era el verme a mi, que realmente la cuestión laboral podía desempeñarla cualquier otro individuo. Como buen General, tiene la capacidad de hacer sentir culpabilidad en los demás, y lo logró conmigo en esta ocasión, así que despaché mis citas lo más pronto posible para desocupar mi tarde, y a las 2:30 p.m. estaba yo marcándole, con la esperanza que el coraje ya se le hubiera pasado, resultó que no, siguió montado en su berrinche y según él ya estaba en camino de regreso a su pueblo, pues no sabía si me iba yo a desocupar a una hora razonable.

Las llamadas diarias se terminaron (una vez más) y supuse más por costumbre que por intuición femenina (la cual nomás no venía en mi kit de bienvenida a este mundo), que cuando se le bajara el enojo, él solito volvería a buscarme, la costumbre me dio la razón. Y sucedió que uno de esos fines de semana de septiembre se volvió a aparecer, el sábado llamó mientras yo me encontraba en el cine, por lo que no le contesté y el domingo también, dizque pa’ saludar. El lunes 15 de septiembre por la mañana volvió a llamar, para invitarme a pasar el festejo patrio a su pueblo, General: Oye, por qué no vienes a pasar el Grito acá, a mi pueblo, puedes pasar aquí la noche y mañana regresar a la Ciudad de México; Caperuza: Mmm… no suena mal, al fin no tengo planes aún para hoy por la noche; General: Si, me encantaría verte, por cierto, yo mañana salgo a un viaje de negocios a las 6 de la mañana, pero no te agobies, tú puedes regresar a la hora que desees; Caperuza: ¡¿Mañana sales de viaje?!, (eso ya no me sonó tan atractivo), permíteme verificar los planes familiares y te llamo en un rato. La Caperuza rápidamente se comunicó con su sensei para este tipo de cuestiones, es decir con la Niña Sueña, quien me dio la siguiente recomendación: amiga, si tienes ganas de irte con el General, no lo pienses, sólo no olvides dejar una notita similar a la que Catalina deja a sus papás en “Arráncame la Vida”, que diga: “Querida Familia: Fui a conocer el mar, no se preocupen”. Después de darle tantas vueltas, decidí que no iba a ir al pueblo del General, que si quería verme debía ser él quien debía venir, al menos pa’ que lo conozcan en mi casa y no se espanten cuando deje notas avisando que me fui a conocer el mar con el General, aunque creo que mi mamá, Doña Ros, lo único que haría sería responder de forma ecuánime y clara: “no te hagas mensa, que tú ya conoces el mar”.

Durante su viaje, el General estuvo presente con mensajes y llamadas, dentro de las cuales el tema principal era que la Caperuza debería ir a visitar al General a su pueblo, así que derivado de las razones por las cuales no quise ir a festejar con él las fiestas patrias, le dije: Mi General, no habría nada en el mundo que me hiciera más feliz que pasar un fin de semana a su lado, conociendo a su familia y su pueblo, pero fíjese que aún vivo en el hogar materno, razón por la cual debo seguir reglas de conducta establecidas por mi Santa Madre, y previo a tan ansiado fin de semana considero debería usted venir a que lo conozca Doña Ros, sobre todo para que vea que tiene facha de gente decente y que no es usted un loco maniático (al menos no en apariencia). El General aceptó.

Y sucedió que hace poco me lo encontré en el messenger, usualmente aún cuando lo veo conectado no suelo ser yo quien lo busque para saludar, y en ocasiones él tampoco lo hace, pero esta vez no tardó en saludar, conversamos un rato, me hizo reír mucho (creo que este es uno de los motivos por los cuales no he cerrado este capítulo), y dejó escapar de vez en cuando uno que otro comentario galante. Parecía una conversación como las de siempre hasta que dijo: Oye, tengo ganas de ir al Salón Internacional del Automóvil en México, está en Centro Banamex, ¿sabes dónde queda?; Caperuza: Si, está a un lado del Hipódromo; General: Oye y si vamos este fin de semana, claro si no tienes algún compromiso; Caperuza: Mmm… no, no tengo compromiso alguno y me latería acompañarte, pero la verdad me da miedo, con eso que tienes la mala costumbre de dejarme como novia de pueblo, cancelándome en el último minuto; General: Te aseguro que no te voy a plantar, claro a menos que tú tengas intenciones de tener otro imprevisto y seas tú quien me plante a mi (El chantaje es otro de los artes que el General bien sabe manejar); Caperuza: Está bien, te acompaño; General: Perfecto, paso por ti el sábado a las 12 del día. Lo que pasó ese sábado te lo contaré en la cuarta y última parte de este cuento.

1 comentario:

Jesús Mtz dijo...

yo tambien tengo una parte que contar y es en III partes, por cierto en mi blog solo tengo publicada la primera... hablo de tantas cosas que me da tristeza recordarlo...

Es como tu historia lo que cuentas... personal... o solo contanto cuentos ...