miércoles, 8 de octubre de 2008

Mi General (Primera Parte)

Previo a las últimas elecciones (aproximadamente hace como dos años y cachito) me fue informado que había sido elegida para cumplir mi deber cívico y rolarla de funcionario de casilla , ante tal honor, debía apersonarme en domingo por la mañana en el distrito electoral correspondiente para tomar un curso. Obviamente el domingo llegó y su Caperuza se presentó en un estado bastante deplorable (cruda dominical) al mentado curso, después de una sintetizada explicación de cómo contar votos y revisar credenciales de elector sin morir en el intento, me enteré que gracias a que el Presidente de Casilla elegido inicialmente había tenido el detallazo de romperse la cadera, me había tocado bailar con Bertha las calmadas al ser la siguiente en la lista. Mientras esto sucedía, no pude evitar notar la constante mirada de un personaje que no me pareció desagradable en lo más mínimo, y que no perdía oportunidad para sonreír cada que nuestras miradas se cruzaba, a dicho personaje lo llamaremos “el General”, quien sin mayor preámbulo y a la primer oportunidad se acercó a presentarse, hacerme plática y se ofreció a acompañarme a la salida. Supuse que hasta ahí había llegado el asunto, pero como siempre, me equivoqué, puesto que esa semana me fue entregado el paquete electoral de manos de mi supervisor, quien posterior a realizar la auditoria del contenido de dicho paquete, me comentó: Caperuza, me da pena, pero ps sino me van a regañar, dice mi jefe que si le puedo proporcionar tu número de teléfono; cómo la mera verdad no hilé quién diablos era su jefe, contesté que no podía darle mi información a nadie, el pelado repuso: Cómo no!!!, si hasta a la salida te llevó el domingo que fuiste al distrito… Caperuza: Aaaahhh, ¿¡ese es tu jefe!?, Supervisor: Ps si, es el Vocal Ejecutivo del Distrito, es decir el mero mero, Caperuza: Aaaahhh ‘ta bien, puedes darle mi teléfono, con la condición que al menos nos mande una calculadora, sino no creo armarla el domingo de elecciones a puro papel y lápiz.

El domingo de elecciones llegó y posterior al escrutinio de mis demás compañeritos de casilla al ser la más joven entre ellos, querían verificar si era genio o al menos contaba con un curriculum superior al del resto, a fin de corroborar el motivo por el cual yo era Presidente y ellos no, tuve que explicarles que las razones de mi nombramiento se debían más a causas circunstanciales que meritorias y que más les valía que nos apuráramos o sino nos iba a dar el medio día tratando de instalar la casilla; el supervisor se presentó con un café latte, diciendo que me lo mandaban del distrito, hecho que ocasionó que mis lindos compañeritos me miraran con cara de: ¡¡¡Pinche vieja!!! ¿Nosotros estamos pintados o que?, la mera verdad no sé ni cómo se enteró el General cómo me gustaba el café, pero se lo agradecí enormemente, tomando en consideración que eran horas bastante groseras para estar talachando en domingo. Pasó el domingo de elecciones sin mayores complicaciones, si se considera como jornada normal la insolada, los crayones derretidos, las hostilidades de mis compañeritos de casilla, la torrencial lluvia (mero me ahogo), la toma por la fuerza de uno de los salones de la primaria en la cual nos encontrábamos, con el objeto que continuaran votando nuestros vecinitos aún con las inclemencias del tiempo, que nos hicieran falta dos boletas, y que yo llegará a mi casa en calidad de perro mojado, la jornada electoral terminó a todas margaritas.

Las siguientes semanas pasaron sin mayores novedades, y un día mientras papaba moscas en la oficina, recibí la llamada del General, quien me invitaba a tomar un café, la mera verdad me emocioné, y llegué puntual a la cita, él ya había llegado y tenía en la mesa mi cafecito justo como yo lo tomo (al día de hoy no he preguntado cómo obtuvo tal información), es justo decir que después de platicar un rato con él, poquito me faltaba pa’ babear, me pareció un hombre muy interesante, inteligente y encantador, me explicó que él vivía temporalmente en un departamento cerca del distrito puesto que tanto él como su familia radicaban en el Estado de México, y que la mayor parte de sus fines de semana los pasaba allá.

El tiempo pasó, citas fueron y vinieron, conferencias telefónicas casi diarias (sólo entre semana), y mientras yo me dedicaba a arrastrar el apellido por el General, llegó la etapa del “sospechosismo”, ya que aún cuando me había dicho que era soltero, ciertas actitudes me indicaban que algo andaba raro, así fue que un día me contó una historia que la bruta de la Caperuza se la creyó sin mayor trámite, en resumidas cuentas, él tenía una hija en Puebla con una muchachona aproximadamente de mi edad, con quien en algún momento de su vida tuvo un idilio del cual resultó una personita que en ese entonces estaba a punto de cumplir su tercer aniversario de existencia en este planeta, que al no tener una relación formal con la mamá, cada quien había decidido seguir su vida por separado, siempre procurando el bienestar del frutito de su idilio. La zonza de la Caperuza ya se hacía la mamá postiza de la supuesta moconeta quien si mi memoria no me miente su nombre era (si, era y no precisamente porque se haya petateado) Mariana.

Varios meses después, tuvo a bien confesarme que la historia de la hija no era cierta, la verdad era que él tenía una pareja en el Estado de México, a quien idolatraba y que yo le había gustado, solo que no imaginó que la relación entre nosotros se diera como hasta ese momento y por tanto tenía la obligación de confesarme que hasta ahí había llegado, puesto que su corazón le pertenecía a alguien más con quien veía su futuro. Posterior a las mentadas de madre, del modo más diplomático que pude, le agradecí la sinceridad y desee que fuera harto feliz (ajá), no pude reclamar, ya que siendo estrictamente fríos él nunca me prometió nada, ni intentó llegar más allá de un beso, y yo fui la que construyó sus castillitos en el aire (¡Qué raro!, nomás me dicen mi alma y ya quiero casa aparte). El General desapareció de mi vida, pero no por mucho tiempo… 

3 comentarios:

Profana dijo...

Híjole, la historia de la hija si parece salida de una novela que recientemente acaban de sacar en peli...

Ay los hombres, son canijos, aprovechados y lo peor es que siempre regresan...

sigo al pendiente de la historia de "El General", pues.

Saludos

Anónimo dijo...

Al respecto puedo comentarte que bueno que fue lo suficientemente honesto consigomismo para poder serlo contigo y no hacerte daño al momento de crear falsas expectativas y la vida sí es es bueno que algunos lobos vayan y vengan pues así sabrás cual es el mero mero lobo feroz.

Anónimo dijo...

Chale. En estos tiempos ya uno no sabe ni en qué creer, mejor dicho, en quién. No me pongo del lado del morro,pero como dice el refrán, es más fácil iniciar la tormenta que detenerla. A todos, en un momento dado, se nos hace fácil empezar algo, cualquier cosa, porque sentimos que no nos va a rebasar. El problema es que siempre nos rebasa...